Una primera propuesta por parte del Maestro Salvador Acosta al inaugurar este blog/bitácora que se propone servir de plataforma para el OBSERVATORIO DE LA CULTURA del Departamento de Estudios de la Cultura Regional de la Universidad de Guadalajara, es la de discutir acerca de la “mexicanidad”. ¿Cómo se define el grado de mexicanidad que posee determinada persona? ¿Cómo se delimita lo que es mexicano y lo que no lo es? ¿Puede decirse que el mariachi, el tequila y la charrería reflejan en algo el cliché de “la esencia de Jalisco y de México”? ¿Qué tanto puede hablarse de rasgos o comportamientos que fundamenten una definición de “cultura mexicana”?
En días recientes el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, afirmó que los buenos jaliscienses deben lamentar la salida de la secretaría de gobernación del gobierno federal por parte de Francisco Ramírez Acuña. Según él, “no hay un jalisciense bien nacido que festeje el relevo”. Personalmente dudo que el mandatario estatal se haya planteado seriamente la pregunta acerca de qué define lo jalisciense y todavía resulta menos probable que se planteara qué define lo que es ser “bien” o “mal” nacido como jalisciense. Sin embargo, la temeraria afirmación parece remitir a la posibilidad de que exista una cierta esencia del ser jalisciense e incluso a la posibilidad de una esencia de lo mexicano. Lo más probable es que el gobernador de Jalisco ni siquiera se entere de que sus afirmaciones a la ligera puedan servir para la reflexión cultural o filosófica, pero sí pueden servir para plantearse la pregunta acerca de un problema relativamente clásico en la filosofía: el de las esencias y los accidentes, relacionado con el asunto de lo que es “necesario” y “contingente”. En el caso concreto de la discusión de la mexicanidad y de la esencia jalisciense, ¿puede hablarse de rasgos o comportamientos sin los cuales no puede ostentarse como mexicano/jalisciense determinada persona o determinado artefacto?
En días recientes el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, afirmó que los buenos jaliscienses deben lamentar la salida de la secretaría de gobernación del gobierno federal por parte de Francisco Ramírez Acuña. Según él, “no hay un jalisciense bien nacido que festeje el relevo”. Personalmente dudo que el mandatario estatal se haya planteado seriamente la pregunta acerca de qué define lo jalisciense y todavía resulta menos probable que se planteara qué define lo que es ser “bien” o “mal” nacido como jalisciense. Sin embargo, la temeraria afirmación parece remitir a la posibilidad de que exista una cierta esencia del ser jalisciense e incluso a la posibilidad de una esencia de lo mexicano. Lo más probable es que el gobernador de Jalisco ni siquiera se entere de que sus afirmaciones a la ligera puedan servir para la reflexión cultural o filosófica, pero sí pueden servir para plantearse la pregunta acerca de un problema relativamente clásico en la filosofía: el de las esencias y los accidentes, relacionado con el asunto de lo que es “necesario” y “contingente”. En el caso concreto de la discusión de la mexicanidad y de la esencia jalisciense, ¿puede hablarse de rasgos o comportamientos sin los cuales no puede ostentarse como mexicano/jalisciense determinada persona o determinado artefacto?
¿Qué hace que algo o alguien sea un representante de la mexicanidad o de la esencia de Jalisco? Incluso sin meternos en el problema de los “buenos” y los “malos” mexicanos o jaliscienses, ¿se puede hablar de características de las personas o de los objetos que permitan identificarlos como representativos de la “mexicanidad” o de la “jaliscidad”?
En un texto relativamente reciente (Morán Quiroz, 2007, consultable con algunas ligeras variaciones en: http://www.trovamex.com/luisku/mexicanidadMORAN.doc), planteo que las visiones de sí mismo y de los demás suelen derivar en estereotipos que de alguna manera nos ayudan a “suponer” que los demás miembros de un grupo o elementos de un conjunto relativamente definido (desde fuera o desde dentro) se comportan de manera similar a aquello con los que ya tuvimos contacto o de los que tenemos alguna información. Así, solemos decir que “los jaliscienses son…o se comportan…”, generalizando a partir de unas cuantas observaciones que consideramos “válidas” y desde las que inducimos siguiendo un proceso como el que sigue:
1. conozco a la persona “A”;
2. observo que se comporta en determinadas situaciones según un patrón “X”;
3. asumo que en las demás situaciones se comportará de manera similar;
4. supongo que los otros miembros del grupo al que pertenece “A” se comportarán igual;
5. conozco a la persona “B”, que pertenece al mismo grupo que “A”;
6. induzco que “B” seguirá los patrones del comportamiento “X”
6. me comporto frente a “B” como me comportaría frente a “A”, bajo la suposición de que “A” = “B”, o al menos que las dos personas son “bastante iguales entre sí”
Por otro lado, Miguel Moctezuma Longoria, mi amigo, colega y exconsidiscípulo en el campo de las ciencias sociales, plantea la pregunta “¿Quién mide la mexicanidad?” (Moctezuma, 2003: se puede consultar en http://www.jornada.unam.mx/2003/05/18/mas-miguel.html ) con cierta intención retórica, pues no nos dice quién mide la mexicanidad, sino que propone que los mexicanos, no por estar en el extranjero, son menos o más mexicanos que los que se encuentran en territorio nacional. Moctezuma señala que salir del país no implica romper con el país y la comunidad de origen de los migrantes y pensar que se dan esas rupturas constituye un error. En el contexto del debate sobre el voto de los mexicanos desde lugares fuera del país, el argumento de Moctezuma suena bastante razonable: no se deja de ser mexicano sólo por estar fuera de un territorio definido por criterios socio-políticos y si se considera la característica del COMPROMISO de los emigrados con sus comunidades de origen, entonces esa mexicanidad no dejaría de estar presente. Incluso hay algunas organizaciones de mexicanos emigrados que, gracias a su salida y a su acceso a empleo y recursos económicos, están en mejores posibilidades de manifestar sus compromisos con la comunidad y el país de origen.
Dados estos antecedentes, dejamos planteada un primer tema de reflexión: ¿cómo se define, se mide, se detecta, se pierde o se adquiere la mexicanidad? ¿Se trata de un problema cultural, de identidad de sí, de identificación por parte de los demás, de un asunto de geopolítica?
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REFERENCIAS:
Moctezuma L., Miguel. 2004. “Debate sobre el voto de nacionales desde el extranjero
¿Quién mide la mexicanidad?” Suplemento Masiosare de La Jornada NÚM 282. Domingo 28 de mayo de 2003.
Morán Quiroz, Luis Rodolfo. 2007. “La mexicanidad desde la vida en el extranjero”. Revista Contexturas de la Universidad Iberoamericana Campus León. Año 8, Núm. 22.